Autocine y la cultura del automovilismo

La crisis sanitaria provocada por el coronavirus nos ha hecho buscar formas alternativas de ocio que garanticen nuestra seguridad y la de nuestros seres queridos. Una de estas alternativas es el autocine, que vuelve en 2020 tras sufrir su mayor apogeo en los años 50, cuando la cultura del automóvil se convirtió en un estilo de vida para miles de jóvenes y adultos estadounidenses.
La película Grease, protagonizada por Jhon Travolta y Olivia Newton Jhon en 1978, se ambientaba en los años 50, la década en la que la cultura del automóvil se asentó en Estados Unidos. Millones de jóvenes en todo el mundo, influenciados por los personajes de Grease, recuperaron esta forma de vida y volvieron a ocupar los autocines para imitar a sus héroes.
A causa del coronavirus, el autocine vuelve en 2020, y quizá podamos disfrutar de nuevo de las aventuras de los personajes de Grease desde la comodidad de nuestro vehículo y alejados de los riesgos de entrar en contacto con el coronavirus.

La cultura del automóvil

El autocine vuelve en 2020 y puede que con él se recupere la cultura del automóvil, una seña de identidad de los años 50 en Norteamérica. Durante esa década, y gracias sobre todo a las películas de Hollywood, la cultura estadounidense comenzó a marcar las tendencias en el resto del mundo.
Uno de los mayores símbolos de esa forma de vida eran sus automóviles, que dejaron de ser simplemente medios de transporte para convertirse en símbolos de poder, de posición social y del famoso “sueño americano”.
Los jóvenes americanos soñaban con poseer los mejores modelos para poder atraer a las chicas y distinguirse de los demás chicos. La película Grease refleja a la perfección toda esa cultura, en la que los autocines se convertían en los mayores centros de reunión y los lugares en los que las parejas podían disfrutar a solas de su intimidad.

Los modelos americanos de los años 50

Durante la década de los 50 los fabricantes de coches americanos fueron un paso más allá y dejaron de ver los vehículos como meros medios de transporte. Las fábricas americanas comenzaron a diseñar auténticas obras de arte que se hacían irresistibles para cualquier ciudadano.
Una de las características que introdujeron fue la aleta caudal, basada en el diseño de los aviones de combate de la Segunda Guerra Mundial. En 1948 se implantaron las aletas en un modelo de Cadillac. Se dieron a conocer como “cola de pez”, y su gran acogida hizo que se expandiese su implantación por todo el sector automovilístico.
Harley Earl, vicepresidente del departamento de diseño del gigante General Motors, era un gran aficionado a los aviones de combate. Earl se fijó en las aletas de uno de sus modelos favoritos, el P38 Lightning, y decidió probar esta geometría en uno de los modelos de la compañía, obteniendo un éxito sin precedentes que marco la tendencia de los automóviles americanos durante toda la década de los años 50.